el hígado que lo que tiene guardado de glucosa da para otros 20 minutos.
En resumen. Que disponemos de reservas para 45 minutos en total. Sin embargo, nosotros seguimos sin desayunar.
Y aquí viene el problema… si no tenemos tiempo para desayunar o simplemente no queremos.
En este punto la cortisona empieza a actuar y a sacar todo lo que pueda de las células musculares, los ligamentos de los huesos o el colágeno de la piel. De esta manera la cortisona pone en marcha mecanismos para que las células liberen todas sus proteínas, estas pasan al hígado, este las convierte en glucosa y así hasta que se nos ocurra volver a comer.
Empezamos el día sin desayunar y encendemos nuestro mecanismo de ahorro energético disminuyendo nuestro metabolismo. Y aquí es donde llega el momento clave. El cerebro no sabe si el ayuno que estamos haciendo va a ser por unas horas o por mucho más tiempo, así que toma las medidas restrictivas más severas.
Debido a esto, y si más tarde la persona decide comer, esos alimentos serán reconocidos como un excedente y ¡SORPRESA! los llevará al almacén de grasa y engordará.
Así que ya sabéis… buscad un hueco para desayunar. Vuestro cuerpo y vuestro cerebro os lo agradecerán.
Te levantas y tu cuerpo y cerebro empieza a pensar en las necesidades de combustible para afrontar el nuevo día.
Empieza a ver la disponibilidad de glucosa que hay en la sangre y se encuentra con que solo tiene reservas para los próximos 15 o 20 minutos.
¡ que horror, necesitamos más glucosa para funcionar! ¿Qué hacemos?
-Ya esta! Dale un toque al hígado a ver que tiene en su reserva y vamos tirando.
-Que dice 